lunes, 21 de julio de 2014

Diálogos de un Conde II

Hace ya dos años dejé de escribir en este espacio, la decisión no fue un asunto sencillo, pero en aquellos momentos era insostenible la continuidad de esta columna. En 2012 "Diálogos de un Conde" se posicionó como la columna más leída del Blog Borbotón, no es una casualidad, pues era el espacio más plural e interesante. Esperemos este año siga teniendo la misma aceptación. 

Hoy antes de iniciar formalmente con mi primera entrega quiero hacer un breve recuento de lo que ha pasado en México, el mundo y el Condado desde aquella última vez que interactuamos: uno de los sucesos más importantes que vivió el mundo allá en el lejano 2012 fue la reelección presidencial de Barack Obama, el primer presidente negro en la historia de nuestro vecino del norte y esperemos no el último; la primavera árabe, como se tuvo a bien nombrar al movimiento político-social que se dio en algunos países de esa región, dio uno de sus golpes más importantes al encarcelar al ex presidente egipcio Hosnick Mubarak; la selección mexicana de futbol ganó la medalla de oro en los juegos olímpicos de 2012, enloqueciendo a todo un país; en marzo de 2013 murió el hombre que se atrevió a enfrentar al capitalismo, me refiero al comandante del pueblo bolivariano, Hugo Chávez; por esas fechas también es elegido un nuevo jerarca de la iglesia católica, el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, hoy conocido como Papa Francisco o panchito como le dicen las señoras del condado; hablando de otro argentino, Lionel Messi gana por cuarta ocasión en su vida el balón de oro, dejando perplejo a Cristiano Ronaldo; también  murió la bien llamada “Dama de Hierro” Margaret Thatcher a los 87 años de edad, dejando por descubierto, que mala hierba sí muere; en el condado casi todo sigue igual, excepto porque tuve que despedir a mí valiosa asistente Sushi, al encontrarle en amoríos con un poblano, cosa que aquí no se permite –y usted lector tampoco debería permitir- pues esos tipos tienen malas mañas, y si no me creen miren a Moreno Valle. ¡No moreno! 

Bien, pasando a temas más interesantes, hoy hablaré sobre uno de los alimentos más importantes en la dieta de todo mexicano, y no señora, no amigo, no vecina, no compadre, no muchacha del escote prolongado; no me refiero a la hamburguesa de Mc Donalds, ni a los hot dogs del OXXO, mucho menos a las papas a la francesa. Me refiero como alguno de ustedes ya lo han intuido a los TACOS. 

Los TACOS son el alimento más importante de nuestra gastronomía, y miren que acá en México somos buenos para el “diente”. El TACO por su sencillez y buen gusto está presente en todos lados, desde el castillo del condado, hasta la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, pasando por el metro Indios Verdes, la colonia Roma e incluso Coyoacán. 

El taco tiene una fisionomía muy sencilla y no le tiene miedo a la diversidad, bien se puede hacer con tortilla güera, morena o trigueña. Su exquisitez radica en que se le puede combinar con todo, desde los que se acompañan con salsa valentina y sal, hasta los que llevan en su ser, suadero, bisteck o longaniza. 

En México existe una diversidad enorme de tacos, están por ejemplo: los famosos tacos al pastor, hechos de rica carne de cerdo y piña; o los tacos de barbacoa que bien se puede acompañar con un rico consomé; los tacos de carnitas; los tacos de tripa; los infaltables tacos de suadero; los tacos de canasta; los tacos de birria; los tacos de chetos (no es albur); los tacos de bisteck con queso... en fin, en México casi todo lo que usted guste y mande se puede hacer taco.  

El taco es entonces el alimento más democrático que tenemos. Por ejemplo, no necesitamos vivir en San Ángel para degustar un buen taco de suadero. Sin embargo, sí nos ha de salir mucho más barato un taco afuera del metro Hidalgo que un taco preparado en los restaurantes “fiforufos” de Polanco. 

Y es aquí donde entra un elemento fundamental en el ser del taco: el taquero. No hay taco que se prepare solo. En la mayoría de los casos, los tacos comerciales, esos que se venden en la esquina de su casa, en el mercado o afuera del metro,  tienen como artesano a un ser humano del sexo masculino. Estos hombres, casi nunca son llamados por su nombre de pila, la mayoría de ellos son llamados por su nombre chorchero: el güero, el primo, el colibrí, entre otros, que por lo general estos motes también le dan el nombre al establecimiento. 

El taquero es el oficio más amado de México y no tendría por qué ser distinto, pues el taquero provee con amor los tacos a todo a que el que lo solicite, ya sea que alguien este embarazada y tenga un antojo, que este borracho y quiera darse el bajón, que este crudo y quiera curársela, o que ande ligando y quiera impresionar a una chica, el taquero siempre está ahí para proveer un buen taco. Por ello esta columna también pretende ser un sencillo reconocimiento al Sr. Taquero (en otra ocasión hablaremos del  “taquero” como albur, pero esa es otra historia). 

El taco y el Sr. Taquero son uno mismo, se complementan, se unifican, son más “compactos” que la Unión Europea, más románticos que dos adolescentes calenturientos. Pero todo buen taco, y toda buena taquería no puede estar completa sin  una buena bebida. Y sí señores, lo que hacía falta para completar la mejor cena después de cobrar la quincena, una coca bien fría. 

La coca es la bebida tradicional con la que se suele acompañar esta delicia. Se puede encontrar en diversas presentaciones, la de dos litros, la 600 ml. en botella de vidrio (que es la más sabrosa) y la que hoy está de moda, la coca de lata. Se preguntarán ¿qué tiene de peculiar la coca de lata? Simple. A uno de esos mercadologos (que siempre nos quitan la chamba) se le ocurrió poner el nombre de las personas en las latas, lo que hoy ha causado una fiebre a nivel mundial por encontrar su nombre impreso en una lata de aluminio, no importa si te llamas Pancracio o Ramiro, igual la puedes buscar. ¿Absurdo? Puede ser, pero ya quisiéramos que nuestro blog fuera igual de concurrido que la tienda de la esquina para comprar su lata. Y hablando de latas, me voy a dar lata a otro lado. 

Disfruten siempre sus tacos y si encuentran la lata con mi nombre déjenla ahí, no me la regalen. Nos saludamos la siguiente semana. 

Count. Alejandro Hernández

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