miércoles, 23 de julio de 2014

#XXdelRE

Hace algunos días se conmemoró el décimo segundo aniversario del segundo álbum de estudio de una gran, que digo gran, grandísima banda mexicana: CAFÉ TACVBA. Dicho álbum ganó disco de oro en México por más de 40,000 copias vendidas, simple y sencillamente el mejor disco de la banda y de los más importantes para la música en México. A continuación, me atreveré a rendir un homenaje a algunas de esas 20 canciones que lo conforman, narrando parte de la historia (no verídica) de la vida de un joven chorchero durante su infancia-adolescencia.

A mis 10 años (6 años después del lanzamiento del RE) y después de escuchar completitas sus 20 canciones, tengo que confesar que algún tiempo me dejó inmóvil, sólo me quedó el zumbido de la música. Lo escuchaba en mi cabeza en alguna lengua extraña, me hablaba pero entendí; juro que no había tomado (aún no estaba en edad), así es que por primera vez me declaré un ferviente seguidor de CAFÉ TACVBA y desde entonces he estado dispuesto a darle duro al taconazo.

Después vinieron tiempos distintos, esos de chamacos pubertos que quieren a morir a su primer amor, y recuerdan su primer beso de manera mítica y siempre que se relata nos ponemos melancólicos y decimos: “sí, aún lo recuerdo, nos besamos bailando en medio del lugar, la música ya iba llegando al último compás, y en ese momento todo fue miradas en silencio”. De ahí que por varios años, la vida sólo significara un gran baile y para nosotros el mundo era un salón. Después de ese mundo color de rosa, vinieron tiempos difíciles para ese primer amor, aún recuerdo que un integrante de “La Triple Alianza” (Conformada por el Tlatoani del Barrio, el que era de la Lagunilla y el Señor de la Guerrero) pretendía lo mismo que yo, y ese primer amor se fue sin dudarlo, por la popularidad de “La Triple Alianza”, o porque el muchachito era más guapo, nunca lo supe. Pero fui optimista y todo cambio trae cosas buenas. Meses después (aproximadamente tres meses) cuando regresó el primer amor, obtuvo como respuesta un rotundo NO, ¿Por qué? -me preguntó-, le dije que sus lágrimas eran falsas y que no me dijera que sin mí se estaba muriendo, además de explicarle que esa misma noche me encontré un amor, mi segundo amor (el cual fue muy efímero, pues duró sólo un mes). Total que antes de que regresara el primer amor, el segundo ya se había ido. Espero que esos dos amores no hayan podido borrar los recuerdos de esos días y las noches tan obscuras que pasamos. 

A esos tiempos, los suplieron unos sumamente turbios y complicados, tiempos de viajes en el metro donde se comía pastillas, paletones, chocolates, chicles y salvavidas. Llegue a tener seis juegos de agujas, ocho cuters y encendedores (me sobraban), hasta la fecha al intentar salir del metro siempre hay alguien que empuja para adentro. 

En esos tiempos, las preguntas frecuentes eran ¿acaso Dios nunca muere?, ¿a qué dios te refieres?, ¿qué pasó con dios? También recuerdo que en esa época en las tocadas la neta era el “slam”, pero en mi casa sí le metía al tropical (con todo y mis dos pies izquierdos). De igual forma, me gustaba la Maldita, me gustaba la Lupita, pero escuchaba a los Magneto cuando estaba mi noviecita; recuerdo amargamente que solía pintar bardas y después ir a lavarlas, ¡vaya contradicción!

En esa época mis reflexiones eran en el ser humano como un puente entre el salvajismo y el modernismo, en el amigo Salvador como el ingeniero, el Salvador de la humanidad; pero nunca nos acordábamos de que la nuestra es una civilización muy avanzada, como dice la gente. Al final sólo nos quedamos en casa a teorizar, a esa edad no puedes ayudar y era mejor no estorbar. El fin de todas esa teorizaciones marcó en mí el Fin de la Infancia, y decidí que no me iba a matar por convicciones ajenas, y si acaso alguien murió, eso confirma la regla de que todas esas tendencias nunca nos llevan a nada y decidí  mandarlas a su casa.

¿Por qué mandarlas para su casa? Simple, porque la vida siempre gira y da vueltas y rueda girando gira y da vueltas y rueda y rueda… Aún intento hacerla un cuadrado y deformarla en un triángulo, pero la vida siempre vuelve a su forma circular.

Deivid Montiel.

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