Diálogos de un Conde IV
Contemporáneos
Últimamente hablar de la edad que
tienen mis amigos y amigas me pone melancólico. Hoy por la mañana le pregunté
la edad a la señorita que atiende la tienda de la esquina, 17 años fue su
respuesta, cuestión que me hizo recordar
el dialogo que sostiene Alicia con el
Conejo Blanco en “Alicia en el país de las maravillas”:
Alicia:-¿Cuánto
dura la eternidad?
Conejo
Blanco: -A veces, solo un segundo.
A propósito de esto, es curioso
observar cómo unas etapas de mi vida se han ido perdiendo en el tiempo sin que
me diera cuenta. De ser un adolescente rebelde y rezongón pasé a ser un joven
adulto rebelde y sin dinero. ¿En qué momento sucedió esto?, no lo sé, pero lo
que he observado es que con el cambió que he sufrido también se han modificado
ciertas prácticas, ciertos lugares, ciertos gustos y ciertos amigos.
Y justo de esas ciertas prácticas
que se han modificado quiero hablar hoy en este espacio. El fin de semana
decidí salir con mis amigos a tomar unas aguas frescas. Como casi siempre y por
comodidad, decidimos ir a un zona céntrica, y qué mejor zona que el lugar donde
se reúnen los jóvenes “intelectuales”, la clase media “pensante”, los filósofos
de la ciudad (no diré el lugar exactamente ya que no quiero hacer publicidad de
a gratis).
Total que al llegar a aquel lugar
nos encontramos con precios caros y lugares llenos. Después de deambular un
rato, decidí sugerir un pequeño bar que se encuentra a unas calles de ahí. Este
espacio recreativo al cual fuimos a parar tiene como publico cautivo a personas
que podríamos catalogar como poco jóvenes, bueno, por lo menos en apariencia ya no lo son tanto;
sin embargo, en actitud son otra cosa, lo que me recuerda una frase de Armando
Palomas “… El corazón no se arruga, el culo es el que envejece”.
Pues bien, en este lugar en el
cual éramos extraños, el tiempo parecía pasar de una manera distinta, el
resonar de la rocola se intercalaba con la orquesta bien afinada del
lugar. Los hombres y mujeres bailaban al
son que les tocaran, las bebidas se evaporaban rápido y la noche nos empezaba a
poseer.
En aquel lugar, se hacen buenos
amigos, se ríe y se baila, se encuentra uno con personajes simpáticos,
curiosos, extravagantes, como nuestro nuevo amigo el “Asambleísta”. Las mujeres
de cabellos blancos te invitan a bailar y nosotros de por sí torpes, apenas les podemos
seguir el paso ¿quién será el viejo y quién el joven?
Los amigos que ahí encontramos
seguro entienden la vida de manera distinta a nosotros. No parecen estar
discutiendo los temas de importancia nacional, no intentan resolver preguntas
existencialistas, ni discutir el concepto de belleza en Botero. Al parecer, lo
que en ese lugar sucede es una cosa muy sencilla, en ese lugar las personas
disfrutan de la compañía de sus amigos, beben y bailan, en ese lugar lo que sucede es la vida misma.
Nos contagiamos de la buena vibra
de aquel lugar, salimos contentos y con una promesa, la promesa de regresar
algún día. Los tiempos parecen haber cambiado un poco y eso nos ha permitido
conocer nuevas personas, nuevas experiencias, nuevas maneras de concebir el
mundo. Espero seguir cambiando constantemente, espero disfrutar de estos nuevos
lugares y hacer muchas más amistades, espero
seguir recorriendo nuevos horizontes en la compañía de mis buenos amigos.
¡Salud!
Nos leemos la siguiente semana.
Pd. Mención específica merece la
chica de la mesa de enfrente... a la cual no pudimos sacar a bailar.
Alejandro Hernández