jueves, 31 de julio de 2014

Entre lo Caro y lo Costoso

La entrada del día de hoy es una continuación de la recomendación culinaria de la semana pasada; esta vez me gustaría hablar sobre la diferencia entre lo caro y lo costoso de la diversión.Siempre que uno visita un lugar de comida, un bonito lugar de convivencia (table dance, cabaret, bar, cantina, antro, etc.) es recurrente la pregunta ¿Cuánto me voy a gastar? Sin duda, los poblanos pretenciosos pensarán que todo gira en torno a la definición más pinche de la economía, “la administración de los recursos escasos”.

La pregunta tiene lugar cuando los cientos de miles de Godínez quieren disfrutar la vida y la comida en un fin de quincena[1], esas semanas dónde las bolsas del pantalón no resisten una entrada más de mano, esos días en los que las caras grises y viendo al suelo son intolerables de ver para personas como yo.

Un servidor forma parte de la cúpula que les arrebató el poder a los morenos[2], nosotros somos el motor industrial del país, los acaudalados hombres de negocios y por esta razón no tenemos problema con las temporalidades y cualquier día es bueno para comer carne Wagyu[3]

No obstante que mi realidad sea distinta a la que tiene gran parte de los lectores de este blog no significa que no tenga un sentimiento de misericordia (lástima) por ustedes y los voy a instruir para sacar el mayor jugo a su presupuesto. Mis recomendaciones son las siguientes.

Conocer el presupuesto

Sin duda, el primer paso para aprender a disfrutarla vida es conocer el propio presupuesto. Muchas veces la necesidad del Godínez por liberarse de las ataduras de la oficina[4] lo llevan buscar alternativas para comer. Cambiar de rutina es necesario, pero mi recomendación para este caso es siempre saber cuánto dinero se carga en la bolsa y sobre todo siempre revisar la carta del lugar antes de entrar. Este paso puede ser bastante vergonzoso, para algunos, pero es peor ver venir la moto de los cobradores de Banco Azteca… ¡aguas!

Medir el costo beneficio

Una vez superado el tema del presupuesto el siguiente paso es darle mayor valor al dinero, este paso sólo se logra con experiencia y conocimiento, las primeras veces podrán cometer errores y pagar chelas de 80 pesos hasta descubrir que para emborracharse es más efectivo un tequila de 80 y tiene más efecto. Un error cometido frecuentemente es caer en la mercadotecnia de la ola “hípster” e intentar consumir comida “casual” con un giro gourmet: ejemplo de esto son los food trucks que reniegan de la comida callejera y llevan las hamburguesas a niveles de comida internacional. El costo de estos experimentos suele ser muy alto. 

          Servicio mata comida

Aunado a la comida, podemos encontrar otros elementos a considerar como el servicio. No hay nada que arruine más una comida que un servicio deficiente, meseros distraídos, larga espera de los platillos, bebidas tibias y un largo etc. Un mal servicio puede convertir un gran corte de carne en suadero. Esto no quiere decir que el trato para los meseros (argentinos-mexicanos-europeos) debe de ser déspota, el plato no viene del cielo, así que tengan cuidado o pueden encontrar protagonistas de tukol d en su sopa.

Ladrillos vemos costos no sabemos

Otro elemento a considerar es la infraestructura. Cuando uno evalúe un lugar tiene que considerar lo confortable que este sea. Debe existir suficiente espacio entre mesas, que los baños tenga buenas condiciones de higiene, que la mantelería esté blanca, los cubierto limpios, etc.

Es una realidad que una comida buena puede contrarrestar las malas condiciones de un lugar, pero no olviden que el costo se debe de reflejar en las condiciones del lugar. Existe últimamente la moda/necesidad/necedad (en las zonas de explosión restaurantera) de convertir casonas en restaurantes. Esto es sin duda un riesgo muy grande, muchas de las adaptaciones son desastrosas si nos toca la mesa del último cuarto, los meseros ahí no llegan. Y sin olvidar que muchas de estas casas se encuentran en la zona sismológica más vulnerable. Recuerden que esa puede ser su última comida.

Espacio vital.

El espacio de los centros de convivencia tiene relación directa con la naturaleza del mismo. Nunca esperen tener espacio vital en un antro (por eso los odio). En ese tipo de lugares, tareas sencillas como ir al baño se pueden convertir en verdaderas odiseas. Les recomiendo saber en que “mood” se encuentran para que identifiquen sus opciones. En lo personal soy muy antisocial y valoro mucho un buen espacio entre personas, por eso prefiero cantinas amables en las que se pueda disfrutar un buen X.O, un Whisky 24 años etc.

Si ustedes gozan la adrenalina y burlarse de la muerte en su cara hay lugares que ofrecen eso, casas semi destruidas y bares de 4 pisos que sin duda ponen en a prueba las pulsiones de sobrevivencia de cualquiera.

Recomendaciones Finales

Aunque las recomendaciones dan para mucho más, pienso que éstas son fundamentales para distinguir un lugar caro de un lugar costoso. Nunca se olviden que ustedes deben procurar el valor de su dinero. Eviten por favor tener amigos “garra”, aquellos que nunca llevan dinero y buscan un mecenas de la comida y el vino; estos seres evitan que ustedes se hagan ricos. Eviten, en la medida de lo posible, la valentía de sacar la tarjeta e invitar rondas, shots y pomos, eso sin duda es un balazo en el pie. Recuerden que el dinero que hoy regalan mañana necesitarán.

Finalmente recuerden que siempre habrá una nueva quincena para gastar.

Los quiere, Gibusiness.


[1] Para los que no entiendan la quincena es el pago a empleados, en algunas empresas se considera que un mes se divide en dos quincenas; La primera quincena dura desde el día 1 hasta el 15, y la segunda dura desde el día 16 hasta el último día del mes. Esto significa que habrá quincenas de entre 13 y 16 día. La preocupación del oficinista son los días 13, 14, 28,y 29 de casa mes-
[2] Veáse Camarilla: “Conjunto de personas que influyen extraoficialmente en las decisiones de alguna autoridad superior o personaje importante; grupo de personas que acaparan un asunto sin dejar participar a los demás interesados en él”
[3] Para los nacos el Wagyu (和牛 wagyū?) es, simplemente, "vaca japonesa". Su carne es muy apreciada por sus características de sabor, terneza y jugosidad, siendo utilizada para la preparación de platos "gourmet" de alto costo. Los cortes de wagyu se identifican por su intenso marmoleado, es decir, la infiltración de grasa en las fibras musculares, lo que entrega sus particulares atributos de sabor cuando es cocinada. Los costos de un corte de estas características supera los mil quinientos pesos, o en términos para del pueblo 150 kilos de tortilla.
[4] En días de quincenas su nivel de empoderamiento es tal que puede cometer locuras y pagar caro las consecuencias, literalmente.

miércoles, 30 de julio de 2014

Los Bandidos del Campo Verde

Dentro de mis múltiples lecturas Godínez (Proceso, La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, El Deforma, Tv Notas, entre otros) hace un par de meses aproximadamente checaba en la Revista Nexos (de corte izquierdoso para algunos, pero entretenida para muchos otros) un artículo que titulaban “Numeralia  del fútbol mexicano”, en el cual daban datos interesantes como que de acuerdo a la FIFA, en México existen 8’479,595 personas que practican futbol, el jugador extranjero mejor pagado en el país es el Chupete Suazo (3mdd al año, según Forbes) y el mexicano mejor pagado es El “Hermoso” Peralta (2.5 mdd al año). Cabe aclarar que el que sean los mejor pagados no quiere decir que sean los mejores del fútbol mexicano, pero ese es otro tema.

Otras cifras que llamaron aún más mi atención, fueron las de una parte fundamental en cualquier partido de fútbol (amateur o de alguna liga reconocida por la FIFA): LOS ARBITROS, esos seres siniestros que para hacer gala de su maldad, normalmente visten de negro. Han querido atenuar su imagen vistiendo de otros colores, pero sólo ayudan al aficionado para su pronta identificación y así se le pueda mentar la madre a todo pulmón a un mismo punto a la vez. Volvamos a las cifras, según la FIFA existen 85,579 árbitros en el país, los árbitros centrales obtienen un sueldo de 20 mil pesos por partido sin multa (las cuales varían de acuerdo al error cometido), para un abanderado el sueldo es de 10 mil pesos sin multa (en este punto quiero hacer notar algo, ¿cómo es posible que el abanderado, que juzga las acciones de un juego en el que no participa, siempre está afuera del campo?), nada comparable con el sueldo promedio del futbolista mexicano que es de 17, 500 dls al mes y mucho menos comparable con los sueldos de los mejores pagados.

Ahora bien, todas esas cifras tienen poca importancia, pero me llevan a diversas reflexiones como: ¿Qué pasó por la cabeza de esas 85,579 personas, para ser distintas a los 8’479,595?, ¿Por qué los árbitros cobran mucho menos que un jugador, cuando a mí parecer son más importantes que los jugadores mismos?, ¿Quién es más aficionado, un jugador que cambia de playera dependiendo de los ceros en la cuenta, o un árbitro que cada fin de semana está dispuesto a recibir insultos y hasta sanciones económicas?

Creo que todas esas preguntas se pueden contestar de forma sencilla o compleja, según se vea y se entienda el fútbol, para mí y mi incomprendida visión del fútbol (en mis siguientes entradas abordaré ese tema) nunca tendrán respuesta, dado que los árbitros vivirán y morirán como los seres más obscuros y enigmáticos de este hermoso deporte, aquellos seres que serán más recordados por sus errores y cuestiones extra-cancha que por sus aciertos[1], pero con todo lo odiados que pueden llegar a ser estos seres, son de vital importancia para el desarrollo de un partido. En fin los árbitros son aquellos atrevidos que pretenden ser hombres en un juego de dioses:

“El fútbol se inventó para que Aquiles anotara los goles y Héctor decidiera si son válidos. […] Veintidós futbolistas juegan a ser dioses y tres jueces juegan a ser hombres”.
Villoro, Juan. Balón Dividido. 2014.

Deivid Montiel


[1] Para ejemplo, recordemos el caso “Chiquimarco”. Todos lo recordaremos más por su acción de sacar dos tarjetas amarillas a la vez y su línea de gel, que por sus 3 copas mundiales en las que pitó 6 juegos en total.

martes, 29 de julio de 2014

¡Me falta el pinche título!

Adquirí un coche para tener mayor comodidad y movilidad en la vieja ciudad de hierro. Seré sincero, la emoción y adrenalina de conducir a alta velocidad (dentro de lo legal) son increíbles, sin mencionar la comodidad y el ahorro de tiempo en el traslado; sin embargo, el contacto humano que es característico de viajar en transporte público se extraña. Así es, se extraña y bastante.

Aunque se niegue y se diga lo contrario, el ir a “la chamba” a diario es una rutina insoportable y tediosa. Eso sí, no hasta que se llega al transporte público, porque ahí uno atraviesa un umbral donde los sucesos y personajes más extraños son posibles.

Primero lo primero, escuchas la alarma que has activado una noche antes. Seguro es la de tu móvil, con ese tono motivador que se escucha al ritmo de "Eye of the tiger", interpretada por Suvivor, "Don't stop me now" de Queen, "Smells like teens spirit" de Nirvana o "El sonidito" de la entrañable banda de tierras nayaritas Hechiceros Band. Después de 3 o 4 “posponer alarma”, te levantas con mucho ánimo (porque se te hace tarde).En el transcurso de tu cama al baño te has desnudado, has lavado tus dientes y sobre todas las cosas has eliminado todo estrés con la respectiva “rascadita” matutina de tus DOS órganos glandulares coproductores de espermatozoides y hormonas; entonces mojas, orinas, enjabonas, mohicana, enjuagas, rasuras, gárgaras, mojas y listo, has salido del baño.[1]

El momento de vestir depende de cada individuo y está adaptado según la ocasión y necesidad, pero en resumidas cuentas se traduce en vestir ropa limpia (o que huela a limpio), que no te ajuste y que vaya con el lugar al que te diriges, sería algo así como: Seca, calcetines, calzoncillos, desodorante, crema humectante, baile en el espejo, cabello, gel (o cera), pantalones, camisa, baile o muecas en el espejo, complementos, zapatos, llaves, cartera, teléfono móvil  y “ya me voy”.

Es entonces cuando todo empieza a tornarse “cómico, mágico, musical”. Te diriges hacía “la parada” del transporte, esperas que el amable operador con la unidad[2] que te trasladará a tu destino llegue. De pronto, a lo lejos observas un nubarrón de polvo: es la unidad de la ruta “sepancuántos” que se aproxima a toda velocidad. La fila ya es larga (¿hay filas cortas?), delante de ti, a 5 o 6 individuos, está la niña más linda de tu “barrio”, acicalada y oliendo a dulce, preciosa, con la naricita perfecta y los ojos cristalinos; voltea y te observa invitándote a que te sientes al lado de ella. Es una pena que detrás de esa diosa se encuentre doña Toñita con sus 3 hijos de 3, 2 y 1 un año de edad y que desde el momento de tu llegada no paran de llorar, gritar y hacer ruidos. Tras de ella el señor David, furioso por que Jimenita la noche anterior no lo dejó dormir y trae tremenda desvelada, ha mentado madres en por lo menos 8 ocasiones; inmediatamente el gusano alienígena obeso nacido en Nal Hutta: Jabba “de Hutt” Desilijic Tiure, bueno en realidad no es él, pero las proporciones inmensas del tendero de la cuadra hace que Jabba de Hutt parezca pequeño; Doña Irene y su marido Clemente, la pareja modelo por sus 45 años y contando de dulce matrimonio, claro, si no fuera por sus discusiones que siempre terminan en gritos halagadores no habría problema de viajar con los dulces viejecitos, y claro tú, que tienes el tiempo encima y atrás de ti por lo menos otras 7 o 9 personas que se convertirán en personajes que harán de tu viaje inolvidable.

Pero si les ha gustado nos podremos leer cuando tenga más tiempo de escribir. No es fácil ser un Godínez alfa lomo plateado; además, debo de formarme antes de las 6:00 pm porque se me puede hacer tarde para llegar a casa


[1] Nótese que hago una descripción del caso masculino, ya en futuras entregas mi amigo el Conde nos explicará el caso femenino
[2] Entiéndase por UNIDAD a cualquier colectivo, pesero, microbús, trolebús, camión, chimeco, combi, vagoneta y un extenso etcétera.

domingo, 27 de julio de 2014

Disertaciones sobre la identidad patria

Ya acabó -a Dios, gracias- la fiebre mundialista que tantas emociones exalta en el individuo y a naciones enteras deja brutalmente deprimidas. El fin del Mundial es comparable con el fin del Mundo mismo o, al menos, con el fin de una guerra de proporciones catastróficas.

Detrás de la deidad esférica no sólo ritualizan los "once de la tribu", también está de por medio el orgullo patrio, que viene a ser una maquinación política que se impronta en la somnolencia cultural de los pueblos. Todo es lo que parece: mientras los mexicanos seguimos siendo "a toda madre", los alemanes aniquilan sin piedad al enemigo, los argentinos dependen del caudillo (Messi), los colombianos del capo (James) y los argelinos se reclinan hacia la Meca luego de marcar un tanto. Reconviniendo e invirtiendo el apotegma del general prusiano, convendría decir que "el futbol es la continuación de la guerra por otros medios".

Pero la afirmación patria no es exclusiva de las naciones en conflicto (las que juegan al futbol), también trastoca a los que no están en el certamen: me impresiona la cronométrica exactitud con que los alemanes fusilaban 7 por 1 a los brasileños y los israelíes goleaban a los palestinos en Gaza con un finísimo juego aéreo.

La afrenta -en la cancha- la ganó Alemania, no sin antes pasar sobre históricos rivales: Argentina (recuérdense las luchas de 1986 y 1990), Francia (rememórense las disputas por Alsalcia y Lorena o las batallas del Marne), y Argelia (vengando la humillación del Mundial de 1982).

Por lo demás, hay más. Mientras la 'káiser' Merkel veía el juego final en el Maracaná, su homóloga la 'ché' Kirchner conversaba plácidamente con el 'zar-camarada' Putin, quien a su vez declararía unos días después (quizá aún con la resaca futbolera) que ya no es sostenible un mundo "unipolar", que el equipo de los BRICS tal vez buscaría nuevos fichajes en el mercado de invierno.

Mientras aviones caen en Ucrania, aves de pólvora se siguen alzando en el Medio Oriente. Y así, las golondrinas de Brasil 2014 emigrarán a Rusia, cuando ésta vuelva a ser el imperio del mundo -futbolístico, claro está- en 2018. 

LICANTROPÍA: Mañana 28 de julio se cumplen 100 años del inicio la “Gran Guerra”. El balón sigue rodando.

Rubén Torres.

sábado, 26 de julio de 2014

No soy un villamelón

Nací con una rara enfermedad cardiaca llamada “corazón de condominio”; crónica, incurable. Ya lo dijo un poeta gusaveño cuya vida tuvo un trágico final (23 balazos, dicen): Soy así, así nací y así me moriré. Donde la sociedad y la medicina juzgan que sólo se debe amar una cosa del mismo tipo, mi padecimiento me permite amar varias a la vez, aunque nunca de la misma forma ni por las mismas razones.

Pero ojo, que aunque no gozo de aquello que algunos locos llaman una “reputación que guardar”, tampoco quiero que se me tilde de un ser frío e insensible en el aspecto sentimental, menos un mal amante (nunca mejor utilizada esta palabra) Mi enfermedad sólo aplica a las cosas, no a las personas, aunque probablemente no más de una quiera dar fe de ello.

Por tal motivo, me he visto enfrascado en diversas situaciones durante mi vida que me ha significado complicaciones grosas. Por ejemplo, soy incapaz de elegir una canción favorita. ¿Por qué limitarme a una cuando mi corazón vibra y mi alma se enciende con la misma intensidad con aquella canción que me recuerda al primer amor (http://youtu.be/Nm4YlZ3oYsQ), con esa otra que no paro de bailar (http://youtu.be/HPJ51eANEYc) y con aquella otra que significa un himno para todos los que escribimos en este Blog (http://youtu.be/Pl7_bOX5Yu8)?... ¡todas ellas me encantan! Cada una ha dejado una huella en mi corazón. Pero hay quien me ha llamado incongruente.

No obstante, el mayor reto que he atravesado a raíz de mi enfermedad comenzó hace una semana con el inicio de la Liga Mx. Y es que amigos, familiares, conocidos y sobre todo aquellos que hasta lo que no se comen les hace daño, han tenido a mal referirse hacia mí con el adjetivo “villamelón”. Porque, si me lo preguntan, debo reconocer que apoyo a 4 equipos de la Liga mexicana. No sé si eso está mal, sólo sé que para mí es completamente normal.

No se trata de la inocencia del infante de apoyar al “equipo que gane”. Le voy a las Chivas porque desde muy pequeño me fueron tatuados sus colores (metafóricamente hablando); la tradición familiar se había apoderado de mí. Mis ojos desérticos sólo me han permitido llorar unas cuantas veces en la vida, pero algunas de ellas han sido después de gozar o sufrir triunfos y derrotas de mis Chivas. Aficionado al sufrimiento y aún al borde del descenso, sigo religiosamente el ritual que me pone cada fin de semana al frente del televisor para ver cómo una vez más me decepcionan. 

Después, cuando a los quince años entré a la Prepa 9 (UNAM), y noté que mis compañeros dejaban a sus equipos por una mutación que pintó su corazón azul y su piel dorada, los juzgué y los señalé (aún no me habían detectado el corazón de condominio), pues me parecía una situación inadmisible. Sin embargo, todo cambió en el sexto semestre  de la carrera de Ciencias Políticas, con la final del torneo clausura 2011 entre Pumas y Monarcas. No fue el hecho de que ganaran el campeonato, sino que uno de los fines de semana más legendarios de mi vida comenzó con el partido de ida tomando una bebida espirituosa llamada “preparadito”, seguido de un concierto en las Islas de C.U. (¿Bob Dylan?, ¿Fernando Delgadillo?... ya no lo recuerdo bien), pasando por una fiesta hipster que armonizamos (a pesar de la resistencia de la festejada) con música de Los Del Río (http://youtu.be/anzzNp8HlVQ), y terminando con el partido de vuelta, abrazados y entonando cánticos con La Rebel en el estacionamiento del Olímpico Universitario. No pudo haber sido mejor.

El León, por otro lado, es un equipo de culto  que vivió muchos años relegado en el infierno de la segunda división, donde empecé a ver sus partidos por cable. Un juego bonito y ofensivo en todo momento que me enganchó a pesar de quedarse siempre en el “ya merito” cuando de ascender se trataba. Mi afición se incrementó cuando recordé que mi abuela es de Guanajuato y encontré en ello una conexión genealógica en la cual fundamentar ese cariño por el club (por cierto, también descubrí que soy bueno haciendo falsos silogismos, pero esa es otra historia). Después vino el ascenso y el bicampeonato. Las alegrías son tan efímeras que hay que aprovecharlas cuando se tienen entre las manos.

Mi idilio con los equipos de la Liga Mx termina con el ascenso de los Leones Negros a la primera división. No soy de Guadalajara y tampoco estudié en la UdG, pero cómo no apoyar al equipo con la playera más bonita que ha visto este deporte. Ahí radica mi afición por el equipo, no necesito más motivos.

Y sin embargo, a pesar de expresar mis razones por las que soy aficionado a esos equipos, a diario soy víctima del señalamiento público a causa de una moral anticuada, porque hoy en día todavía es mal visto "tener más de un equipo". A veces, tengo la impresión de que soy de los pocos románticos que creen que el futbol, como el amor, también acepta corazones de  condominio.

Christian López.

jueves, 24 de julio de 2014

El Caballero de la Noche

De acuerdo con la reseña de los diarios, el día de ayer se festejó el 75° aniversario de Batman. Tomando como pretexto la ocasión, aprovecharé para hablar respecto a la historieta y las múltiples interpretaciones y lecturas que en torno a ella puede hacerse.

Previo a inmiscuirme en el complejo universo de Ciudad Gótica, debo aclarar que desde ningún punto de vista me considero un experto en el tema, y lo que es más, ni siquiera puedo nombrarme como una gran fan de los cómics, especialmente aquellos enfocados concretamente a superhéroes con superpoderes. Mi entusiasmo hacia Batman deriva de dos vertientes. La primera es haber leído con máxima tensión algunas de las novelas gráficas definitivas de las cual es protagonista: la de Frank Miller, Alan Moore o Grant Morrison. La segunda fuente es, desde luego, las películas. En sentido estricto, Batman y yo nacimos juntos (me refiero claro a su versión cinematográfica) y juntos hemos crecido. Conocí al Batman de Burton rodeado por la peculiar atmósfera del director (que por lo demás a mí nunca me ha parecido especialmente atractiva); llegaron después las versiones de los 90, caracterizadas por una teatralidad exagerada, tendiente más a la mofa, a la usanza de la serie de los años sesenta protagonizada por Adam West. Y cuando todos los seguidores de Batman palidecíamos, Nolan lo rescató y le brindó todas esas características que hacen del murciélago justiciero un personaje tan peculiar. 

La valía de Batman es el juego psicológico que tras de él se esconde. No es un hombre con ninguna cualidad extraordinaria, por lo que su única herramienta de combate es su inteligencia (además de algunos varios milloncitos). Esta peculiaridad da pauta a la existencia de lo que, a mi consideración, es la características más relevante de la historieta: un mosaico de villanos bien diferenciados, con cualidades, características y amenazas distintas, pero siempre vinculados por algún tipo de inestabilidad psicológica. Es por ello que todos los archienemigos no van a dar a la cárcel, sino son recluidos en el manicomio de Arkham.

Encabezando esta lista se encuentra, sin lugar a dudas, el Guasón (no soy partidario de los anglicismos pero me gusta más en su nombre original: The Joker). La contraparte del murciélago, un verdadero genio del caos y la destrucción. El personaje antagónico mejor construido de los comics. Qué mejor forma de hacer estallar el mundo que con una sonrisa en la cara.

El juego psicológico no termina con la -aparente- demencia del Joker, el Espantapájaros era un doctor del manicomio de Arkham, que termina empleando sus conocimientos para sembrar el pánico. Su habilidad es entonces valerse de la bioquímica para producir el sentimiento más desconcertante en el corazón humano: el miedo.

Pero la vasta trama de Batman da para la existencia de villanos de otro perfil. Así nos podemos encontrar con Ra's al Ghul. Su confrontación que el justiciero de Gótica pasa más bien por su divergencia política; el ideario de Ra’s es simplemente incomprensible para Batman, de ahí su oposición. Adicionalmente Batman es un héroe profundamente atormentado por su pasado, débil, vulnerable y muchas veces invadido por conmociones de culpa y de reclamo. Ello queda claramente plasmado en Harvey Dent (Dos Caras) y el sentimiento encontrado que en el murciélago produce: vio en él un aliado y un cómplice, su trasformación y posterior vuelco criminal causan en Batman hondos remordimientos (a raíz del papel que el propio héroe jugó en el accidente de Harvey).

Y el último villano que quedaría por referir es tal vez el propio Batman. La versión presentada por Nolan, pero especialmente en la obra de Miller, nos muestran un personaje obsesionado por la justicia (por su justicia), agresivo, violento y no muy interesado por los medios de los cuales tenga que valerse para lograr sus fines. No debe olvidarse que el génesis de Batman se debe tan sólo al sentimiento de venganza que impera en Bruno Díaz (prefiero también su versión original, Bruce Wayne). Batman es tan sólo otro villano que se vale de una moralidad superflua para defender su discurso.

Queda sólo por agregar que ojalá lleguen muchos cumpleaños más para Batman y siga encontrado esa inexplicable forma de reinventarse año tras año. Termino esta colaboración con el profundo anhelo que la película que está por llegar del caballero de la noche (protagonizada por Ben Affleck) no lo vaya a convertir en un personaje romántico y soñador. Nos gusta la versión oscura de Batman, nos gusta saber de sus debilidades, nos gusta ver como custodia Ciudad Gótica cual si fuera una gárgola, nos gusta su versión humana, corrupta, luchando tan sólo por hacer lo que él piensa que es lo correcto.

Sergio Ortega.

miércoles, 23 de julio de 2014

#XXdelRE

Hace algunos días se conmemoró el décimo segundo aniversario del segundo álbum de estudio de una gran, que digo gran, grandísima banda mexicana: CAFÉ TACVBA. Dicho álbum ganó disco de oro en México por más de 40,000 copias vendidas, simple y sencillamente el mejor disco de la banda y de los más importantes para la música en México. A continuación, me atreveré a rendir un homenaje a algunas de esas 20 canciones que lo conforman, narrando parte de la historia (no verídica) de la vida de un joven chorchero durante su infancia-adolescencia.

A mis 10 años (6 años después del lanzamiento del RE) y después de escuchar completitas sus 20 canciones, tengo que confesar que algún tiempo me dejó inmóvil, sólo me quedó el zumbido de la música. Lo escuchaba en mi cabeza en alguna lengua extraña, me hablaba pero entendí; juro que no había tomado (aún no estaba en edad), así es que por primera vez me declaré un ferviente seguidor de CAFÉ TACVBA y desde entonces he estado dispuesto a darle duro al taconazo.

Después vinieron tiempos distintos, esos de chamacos pubertos que quieren a morir a su primer amor, y recuerdan su primer beso de manera mítica y siempre que se relata nos ponemos melancólicos y decimos: “sí, aún lo recuerdo, nos besamos bailando en medio del lugar, la música ya iba llegando al último compás, y en ese momento todo fue miradas en silencio”. De ahí que por varios años, la vida sólo significara un gran baile y para nosotros el mundo era un salón. Después de ese mundo color de rosa, vinieron tiempos difíciles para ese primer amor, aún recuerdo que un integrante de “La Triple Alianza” (Conformada por el Tlatoani del Barrio, el que era de la Lagunilla y el Señor de la Guerrero) pretendía lo mismo que yo, y ese primer amor se fue sin dudarlo, por la popularidad de “La Triple Alianza”, o porque el muchachito era más guapo, nunca lo supe. Pero fui optimista y todo cambio trae cosas buenas. Meses después (aproximadamente tres meses) cuando regresó el primer amor, obtuvo como respuesta un rotundo NO, ¿Por qué? -me preguntó-, le dije que sus lágrimas eran falsas y que no me dijera que sin mí se estaba muriendo, además de explicarle que esa misma noche me encontré un amor, mi segundo amor (el cual fue muy efímero, pues duró sólo un mes). Total que antes de que regresara el primer amor, el segundo ya se había ido. Espero que esos dos amores no hayan podido borrar los recuerdos de esos días y las noches tan obscuras que pasamos. 

A esos tiempos, los suplieron unos sumamente turbios y complicados, tiempos de viajes en el metro donde se comía pastillas, paletones, chocolates, chicles y salvavidas. Llegue a tener seis juegos de agujas, ocho cuters y encendedores (me sobraban), hasta la fecha al intentar salir del metro siempre hay alguien que empuja para adentro. 

En esos tiempos, las preguntas frecuentes eran ¿acaso Dios nunca muere?, ¿a qué dios te refieres?, ¿qué pasó con dios? También recuerdo que en esa época en las tocadas la neta era el “slam”, pero en mi casa sí le metía al tropical (con todo y mis dos pies izquierdos). De igual forma, me gustaba la Maldita, me gustaba la Lupita, pero escuchaba a los Magneto cuando estaba mi noviecita; recuerdo amargamente que solía pintar bardas y después ir a lavarlas, ¡vaya contradicción!

En esa época mis reflexiones eran en el ser humano como un puente entre el salvajismo y el modernismo, en el amigo Salvador como el ingeniero, el Salvador de la humanidad; pero nunca nos acordábamos de que la nuestra es una civilización muy avanzada, como dice la gente. Al final sólo nos quedamos en casa a teorizar, a esa edad no puedes ayudar y era mejor no estorbar. El fin de todas esa teorizaciones marcó en mí el Fin de la Infancia, y decidí que no me iba a matar por convicciones ajenas, y si acaso alguien murió, eso confirma la regla de que todas esas tendencias nunca nos llevan a nada y decidí  mandarlas a su casa.

¿Por qué mandarlas para su casa? Simple, porque la vida siempre gira y da vueltas y rueda girando gira y da vueltas y rueda y rueda… Aún intento hacerla un cuadrado y deformarla en un triángulo, pero la vida siempre vuelve a su forma circular.

Deivid Montiel.

martes, 22 de julio de 2014

Recomendación culinaria

Después de una semana de haber retomado el blog, el saldo resulta favorable. La aceptación de nuestro público es excelente, todos los días recibimos correos de felicitación y agradecimiento. En este nuevo ciclo faltan de presentarse dos escritores, quizás nuestras mejores plumas, que por razones de agenda no han podido elaborar sus entradas, manténganse al pendiente para leer a estos maravillosos literatos.

Por otro lado he decidido no centrar mi colaboración en tacos, tampoco en las sociedad competitiva y mucho menos en fútbol, esta vez he decido cambiar el giro de este blog para realizar una recomendación culinaria.

El lugar al que me referiré sale de la frivolidad de la zona condesa, no intenta competir con los lujosos y afamados lugares de Polanco y Polanquito.... es, en lo personal, una válvula de escape a estos lugares, las cuentas no son exorbitantes y la atención es buena, en general se ha convertido en un templo del buen comer, me refiero al comedor Godinez.

El comedor Godinez es quizás el lugar más reconfortante en la bulliciosa ciudad de México, la comida no pierde ese sabor de mamá, el servicio es inmejorable (ya que uno mismo lo realiza) y nunca habrá problema de comida fría (adivinaron... uno también la calienta). En fin, los comedores Godinez han sido todo un éxito al grado que han incrementado sus franquicias en la mayoría de las oficinas y han logrado posicionarse en el gusto del oficinista promedio.

Algunas recomendaciones para comer en este lugar es siempre llevar cubiertos propios, es común que muchos comensales decidan utilizar los cubiertos comunes y en muchos casos el nivel de limpieza no es el óptimo, nada que diste de la realidad de un puesto callejero.

Sabiendo que el menú depende de cada comensal, en muchas ocasiones habrá olores un poco penetrantes que puedan obstaculizar la degustación adecuada de los alimentos, ya que algunos creen que comer productos del mar en el comedor Godinez los hace estar más cerca de sus raíces costeñas.

Sobre la carta de vinos no tengo ninguna opinión, se puede optar por un vino joven (Boing de uva) o algo más parecido a un Lambrusco (Señorial-Sangría); sin embargo, para los que no quieran tener problemas con el maridaje les recomiendo una soda simple.

No recomiendo mucho ir los viernes, ese día permanece cerrado por razones de limpieza. Sobre las propinas, no son necesarias. Algunos comedores Godinez ya cuenta con áreas de televisión que permiten al comensal enterarse de las últimas novedades del star system mexicano de la boca de Paty Chapoy o Alexs Kaffie, un verdadero entretenimiento.

En fin, el comedor Godinez no le pide nada a ningún restaurante de las mejores zonas de la ciudad, ofrece lo mejor al mejor precio. Si usted no tiene problemas con la afamada marca de tupperware, sin duda es el lugar perfecto. 

Espero que la recomendación de hoy esté a la altura de sus exigencias y no olvide leerme para la siguiente semana en la cual sin duda tendremos más lugares para visitar.

Y no olviden: si lo puedes soñar lo puedes tener.

lunes, 21 de julio de 2014

Diálogos de un Conde II

Hace ya dos años dejé de escribir en este espacio, la decisión no fue un asunto sencillo, pero en aquellos momentos era insostenible la continuidad de esta columna. En 2012 "Diálogos de un Conde" se posicionó como la columna más leída del Blog Borbotón, no es una casualidad, pues era el espacio más plural e interesante. Esperemos este año siga teniendo la misma aceptación. 

Hoy antes de iniciar formalmente con mi primera entrega quiero hacer un breve recuento de lo que ha pasado en México, el mundo y el Condado desde aquella última vez que interactuamos: uno de los sucesos más importantes que vivió el mundo allá en el lejano 2012 fue la reelección presidencial de Barack Obama, el primer presidente negro en la historia de nuestro vecino del norte y esperemos no el último; la primavera árabe, como se tuvo a bien nombrar al movimiento político-social que se dio en algunos países de esa región, dio uno de sus golpes más importantes al encarcelar al ex presidente egipcio Hosnick Mubarak; la selección mexicana de futbol ganó la medalla de oro en los juegos olímpicos de 2012, enloqueciendo a todo un país; en marzo de 2013 murió el hombre que se atrevió a enfrentar al capitalismo, me refiero al comandante del pueblo bolivariano, Hugo Chávez; por esas fechas también es elegido un nuevo jerarca de la iglesia católica, el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, hoy conocido como Papa Francisco o panchito como le dicen las señoras del condado; hablando de otro argentino, Lionel Messi gana por cuarta ocasión en su vida el balón de oro, dejando perplejo a Cristiano Ronaldo; también  murió la bien llamada “Dama de Hierro” Margaret Thatcher a los 87 años de edad, dejando por descubierto, que mala hierba sí muere; en el condado casi todo sigue igual, excepto porque tuve que despedir a mí valiosa asistente Sushi, al encontrarle en amoríos con un poblano, cosa que aquí no se permite –y usted lector tampoco debería permitir- pues esos tipos tienen malas mañas, y si no me creen miren a Moreno Valle. ¡No moreno! 

Bien, pasando a temas más interesantes, hoy hablaré sobre uno de los alimentos más importantes en la dieta de todo mexicano, y no señora, no amigo, no vecina, no compadre, no muchacha del escote prolongado; no me refiero a la hamburguesa de Mc Donalds, ni a los hot dogs del OXXO, mucho menos a las papas a la francesa. Me refiero como alguno de ustedes ya lo han intuido a los TACOS. 

Los TACOS son el alimento más importante de nuestra gastronomía, y miren que acá en México somos buenos para el “diente”. El TACO por su sencillez y buen gusto está presente en todos lados, desde el castillo del condado, hasta la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, pasando por el metro Indios Verdes, la colonia Roma e incluso Coyoacán. 

El taco tiene una fisionomía muy sencilla y no le tiene miedo a la diversidad, bien se puede hacer con tortilla güera, morena o trigueña. Su exquisitez radica en que se le puede combinar con todo, desde los que se acompañan con salsa valentina y sal, hasta los que llevan en su ser, suadero, bisteck o longaniza. 

En México existe una diversidad enorme de tacos, están por ejemplo: los famosos tacos al pastor, hechos de rica carne de cerdo y piña; o los tacos de barbacoa que bien se puede acompañar con un rico consomé; los tacos de carnitas; los tacos de tripa; los infaltables tacos de suadero; los tacos de canasta; los tacos de birria; los tacos de chetos (no es albur); los tacos de bisteck con queso... en fin, en México casi todo lo que usted guste y mande se puede hacer taco.  

El taco es entonces el alimento más democrático que tenemos. Por ejemplo, no necesitamos vivir en San Ángel para degustar un buen taco de suadero. Sin embargo, sí nos ha de salir mucho más barato un taco afuera del metro Hidalgo que un taco preparado en los restaurantes “fiforufos” de Polanco. 

Y es aquí donde entra un elemento fundamental en el ser del taco: el taquero. No hay taco que se prepare solo. En la mayoría de los casos, los tacos comerciales, esos que se venden en la esquina de su casa, en el mercado o afuera del metro,  tienen como artesano a un ser humano del sexo masculino. Estos hombres, casi nunca son llamados por su nombre de pila, la mayoría de ellos son llamados por su nombre chorchero: el güero, el primo, el colibrí, entre otros, que por lo general estos motes también le dan el nombre al establecimiento. 

El taquero es el oficio más amado de México y no tendría por qué ser distinto, pues el taquero provee con amor los tacos a todo a que el que lo solicite, ya sea que alguien este embarazada y tenga un antojo, que este borracho y quiera darse el bajón, que este crudo y quiera curársela, o que ande ligando y quiera impresionar a una chica, el taquero siempre está ahí para proveer un buen taco. Por ello esta columna también pretende ser un sencillo reconocimiento al Sr. Taquero (en otra ocasión hablaremos del  “taquero” como albur, pero esa es otra historia). 

El taco y el Sr. Taquero son uno mismo, se complementan, se unifican, son más “compactos” que la Unión Europea, más románticos que dos adolescentes calenturientos. Pero todo buen taco, y toda buena taquería no puede estar completa sin  una buena bebida. Y sí señores, lo que hacía falta para completar la mejor cena después de cobrar la quincena, una coca bien fría. 

La coca es la bebida tradicional con la que se suele acompañar esta delicia. Se puede encontrar en diversas presentaciones, la de dos litros, la 600 ml. en botella de vidrio (que es la más sabrosa) y la que hoy está de moda, la coca de lata. Se preguntarán ¿qué tiene de peculiar la coca de lata? Simple. A uno de esos mercadologos (que siempre nos quitan la chamba) se le ocurrió poner el nombre de las personas en las latas, lo que hoy ha causado una fiebre a nivel mundial por encontrar su nombre impreso en una lata de aluminio, no importa si te llamas Pancracio o Ramiro, igual la puedes buscar. ¿Absurdo? Puede ser, pero ya quisiéramos que nuestro blog fuera igual de concurrido que la tienda de la esquina para comprar su lata. Y hablando de latas, me voy a dar lata a otro lado. 

Disfruten siempre sus tacos y si encuentran la lata con mi nombre déjenla ahí, no me la regalen. Nos saludamos la siguiente semana. 

Count. Alejandro Hernández

¿Qué es un bastardo competitivo?



10,000 años antes de Cristo la competencia por las mejores pieles, carnes, productos (y hablo en todos los sentidos) era encarnizada. Conforme el sedentarismo se convirtió en una constante alrededor del globo terráqueo, allá por el 9500 A. C., los hombres comenzaron construir pequeñas estructuras para habitar, para compartir, para formar el corazón de la tribu: la familia. 


La agricultura significó una generosa herramienta para abrirle la puerta a la Civilización. Nuestra historia se define pues, por una serie de circunstancias que tienen que ver con la idea de la autoproducción del consumo y la competitividad por generar abundancia. 


Hay que tener en cuenta el factor evolución, como bien lo dijo ese interesante autor, un tal Desmond Morris, los seres humanos evolucionaron estructuralmente su pensamiento, su orden como conjunto social y en factores que no tienen que ver con la transformación o modificación genética que definen instintos básicos o adaptación a ambientes drásticamente distintos, modificaciones que sólo se pueden dar en millones de años. 


Quizá algún día tengamos seis dedos pero al menos ahora, la caguama la sostenemos con cinco. Instintos básicos pues, padecemos todos a pesar de la evolución de nuestro orden social: “hacerla de a tos” en el bar porque cierto individuo le guiñó el ojo a tu chava, instinto básico por la reproducción, “hacerla de a tos” a algún sujeto pero pedir que tus compinches te sostengan porque si no lo noqueas, instinto básico de la supervivencia, o bien, la mirada retadora de un desconocido en la playa para ver quien nada más rápido, instinto básico de la vanidad, a la que defino como el síndrome del bastardo competitivo


Y se es bastardo competitivo porque la palabra “bastardo” tiene una connotación distinta en la era del Twitter. Ser un bastardo es el equivalente a ser un “mala leche” en el 2000, “hojaldra” en los 90’s o un nefasto en los 80’s. Y es competitivo por el hambre de ser el número uno sin importar el rubro, no así los competidores que sucumben al mismo anhelo pero sin el instinto de la voracidad. 


El bastardo competitivo es el que no sabe perder en el futbol, cualquier rosón para él cuando va perdiendo es una falta que amerita penal, cualquier rosón propinado por él cuando va ganando es un “A jugar muñecas a su casa”; o bien, simplemente puede ser un sujeto aficionado al ejercicio por tener un alto nivel de testosterona, debido al nivel de altura de la ciudad, y que decide hacer algunas lagartijas después de una buena masturbada. 


El bastardo competitivo ha sido pieza de lectura e indagación tanto científica como poética. Muchos analizaron a Alejandro Magno y su genio para la guerra, ¿quién no ha visto alguna pintura de Luis XIV o leído El Príncipe? ¿Quién no ha leído la jocosa prosa que detalla bien al mexicano en su ambiente natural: El Libro Vaquero? Nuestra cultura e historia está definida y muchas veces escrita por algún bastardo competitivo.


No sé ustedes, pero de tener razón Desmond Morris, sin importar el adelanto tecnológico o la constante explosión de nuevas ideas para edificar una cultura cada vez más compleja, hay cosas que no podremos modificar o transformar, son factores milenarios que ni siquiera nuestra hipócrita mente puede acallar. 


Así que, no odiemos a los mordelones en un partido de futbol, al Cuauhtemoc Blanco y sus fintas desafiantes, a Slim por vender acciones para entrar de lleno a la Tv restringida, a los alemanes y sus algo torpes festejos, a AMLO por intentarlo una tercera vez, a los poblanos que buscan ladinamente hacerse una posición en los altos círculos de la sociedad mexicana, o al surfista que después de una buena “torcida de pescuezo” se pone a hacer lagartijas con un clima de 40° y 80% de humedad. No, no lo hagamos, tampoco los toleremos, pero comprendamos que son vestigios ancestrales que ni los hombres más sabios en nuestra historia han logrado erradicar de nuestra naturaleza. 


De bastardos competitivos todos tenemos un poco, y el que esté libre de pecado que me lo diga, y lo persuado con unos moquetazos. 


Nos leemos queridos. 


… Y por cierto que, entre que son peras o son manzanas, Israel no es un Estado de bastardos competitivos, el bastardo competitivo aprieta pero nunca ahorca.  



El Oso Heroles.

viernes, 18 de julio de 2014

El hombre que casi conoció a Nacho Vegas.

Apelando a la investigación exhaustiva que realizó en su entrada de esta semana mi querido Gibby, me embarqué en la empresa de conocer el significado de la palabra "fan". Según Wikipedia, un fan es esa persona que siente gusto y entusiasmo por algo o alguien. Por lo tanto, concluí que yo soy un fan declarado de muchas cosas. Por ejemplo, amo el futbol con cada centímetro cuadrado de mi epidermis y disfruto inmensamente compartir con mis amigos una cerveza a las 3 de la mañana (porque a esa hora todo sabe mejor). 

Pero no hay nada en esta vida de lo que sea más fan que de la música. Sin embargo, dentro de toda la cosmogonía del Rock Folk (Dylan, Cohen, Drake, Cave, Cash, Vandt Zandt) tengo a mi favorito. Es un español paliducho y sarcástico, que viene de una ciudad triste (Gijón), igual que yo (Ecatepec). Su nombre es Nacho Vegas.

Y es que hay fanatismos que son como un fenómeno meteorológico, inconsistentes. Un día son una tormenta tropical, al siguiente un huracán categoría 4; para el tercero son sólo viento. Pero mi fanatismo por Nacho Vegas es distinto (todos creemos que “lo nuestro” siempre es distinto), siento mías cada una de sus canciones, las asimilé y me mimeticé con ellas. No obstante, ¿qué  harían ustedes si tuvieran la oportunidad de conocer a su músico favorito? Yo elegí autosabotearme.

Ya en dos ocasiones tuve la oportunidad de conocerlo. La primera fue hace 4 años en el festival Vive Latino, cuando dio una firma de autógrafos de la cual, estúpidamente, no estaba enterado, pues un par de días antes decidí alejarme de toda red social que pudiera develarme algo del pequeño setlist que tocaría. Prefería la incertidumbre. Lo único que se interponía entre ese ángel melancólico que viste de Prada y yo era un grotesco encargado de seguridad, casi caricaturesco, que me impidió pasar bajo el argumento de que no tenía la pulsera de acceso y pensé "¿quién mierda necesita una pulsera de acceso para conocer al hombre que más admira?". Ese alguien era yo, así que lo odié, como pocas veces lo había hecho en mi vida. Sufrí la injusticia en carne propia, sólo aliviada por ese breve minuto en que Nacho se acercó a agradecer a todas esas personas que estábamos ahí, intentando sin éxito dar portazo a pesar de sanjuanear la valla metálica, pues una palabra suya bastó para sanarnos.

La segunda fue hace poco más de un mes, cuando Nacho vino nuevamente a México para promocionar su último disco, Resituación (mientras en España el panorama político se resituaba con la abdicación del Rey). Esta vez, decidido a conocerlo, seguí su cuenta de Twitter y las de sus molestos clubes de fans (aún no llego a comprender que las personas se aglomeren con el único propósito de fastidiar a su ídolo). Ofreció una firma de autógrafos en el Centro Cultural de España en México y para rematar, recibí una invitación de mi amigo Oscar para ir con él a cubrir la conferencia de prensa. Era como si el destino conspirara a mi favor, no podía ser más perfecto, hasta que la peor de las tragedias posmodernas se atravesó en mi camino: ambos eventos se realizarían en horario de oficina. ¡Pinche vida de Godínez! Fastidiado por mi mala suerte decidí mandar todo al carajo. ¿Pude pedir permiso para ausentarme unas horas del trabajo? Sí. ¿Me darían autorización? Tal vez. ¿Lo hice? No. Horas antes del concierto, a través de Facebook, veía con envidia las fotos y los videos de los afortunados que estaban ahí, estrechando su mano, tomándose selfies, entrevistándolo. 

Resignado a sólo ver el espectáculo desde la platea, llegué al Teatro Metropólitan cuando de pronto, del bolsillo de Oscar, quien ya me esperaba ahí, salió el mejor regalo que me han dado en la vida (después de la vida misma, supongo). Durante la conferencia de prensa le pidió un autógrafo a Nacho para mí: supo de mi existencia, se tomó un minuto para imprimir su firma y mi nombre con tinta en un trozo de papel… ¡Y además escribió bien mi nombre! Eso es todo lo que necesito. Sufro de ansiedad sólo de pensar que no es como lo imagino y me pongo a divagar: “¿y si es un mamón?”, “¿y si lo conozco y le caigo mal?”, “¿y si le caga que la gente se le acerque pues lo único que le interesa es escribir canciones?”. Para mantener intacto el encanto, hoy más que nunca, prefiero ser el hombre que casi conoció a Nacho Vegas.

Al final, esta nota pudo haberse llamado "te quiero... pero de lejitos", igual que en el amor. Todo aquel que sea fan de algo o alguien de esta manera, me entenderá.

Christian López.

jueves, 17 de julio de 2014

Cronos o de los mundiales

Se acaba el mundial y estoy seguro de no ser el único que entra en un periodo de profunda crisis. La pelota se detiene y mis días articulados en torno a salir corriendo de la oficina para poder ver el partido de la comida y llegar al resumen de la noche, comienzan a perder sentido. Porque  testifico que el futbol genera toda una paleta de matices emocionales que van desde la euforia, la alegría, las risas hasta el desencanto, la desilusión y las ocasionales lágrimas derramadas. Pero más allá de todas estas aproximaciones axiológicas lo que siempre destaco de los ciclos mundialistas es la oportunidad que me brindan para la reflexión. Los mundiales son para mí un paréntesis que me permiten  pensar en torno al efímero paso del tiempo: de dónde vengo, en dónde estoy y que lugar me encontraré en el siguiente cuatrienio.

Siempre he desconfiado de los mecanismos que nos imponen para cuantificarnos: el reloj en la muñeca nos dice que si permanecemos cinco minutos más en la cama será lo suficientemente tarde para no poder, después, acompañar nuestro tamal con un bolillo. Las hojas que caen del calendario, inquisitívamente  nos recuerdan lo mucho que planeamos y lo poco que hacemos;  pero los mundiales, en cambio, permiten recordar en función de dónde vimos a México empatarle a Holanda de último minuto, cómo nos frustramos por el épico gol de Maxi Rodríguez o con quién festejamos la anotación de Chicharito contra Francia.

Mi primer recuerdo nítido es Francia 98. Era tan sólo un niño que no comprendía bien lo que pasaba pero que me alegraba mucho con la entrega del Matador, los espectaculares vuelos de Jorge Campos y la picardía fantástica del Cabrito Arellano. Cuando perdimos contra Alemania había dejado de ver el partido por salir a cascarear con mis amigos. No me importó mucho la derrota, yo sólo quería meterle un gol a la Cuauhtémoc Blanco al gordito que con dificultades se alcanzaba a ver sus pies. 

El mundial asiático de 2002 es una densa bruma producida por los desvelos de ver los partidos a los 2 de la mañana (¿será acaso que ahí iniciaron mis malditos insomnios?). Me quedo con el gol de Borgetti contra Italia que desafió la geometría, mientras mi papá y yo salíamos corriendo de la casa para que llegara a tiempo a presentar mis exámenes finales de sexto de primaria. 

Al del 2006 le concedo mucho más valor. Iba en la prepa y disfrutaba -y adolecía- más del juego. Recuerdo ver los partidos con mis amigos, mientras comprábamos de contrabando cervezas y cigarros por nuestra falta de IFE. Recuerdo que uno de mis romances adolescentes me terminó, sólo porque preferí ir a un billar a ver la semifinal. Recuerdo también que el futuro me empezaba a importar, y me preguntaba si en el próximo ciclo mundialista seguiría en el mismo lugar y haciendo las mismas cosas. 

Y así llegó Sudáfrica 2010. El mundial fue un fiel reflejo de mi nueva realidad, algunos partidos los veía en la ciudad donde actualmente vivo y otros más regresaba a mi amada tierra para rememorar glorias pasadas. Para aquellos días un progreso notable se producía: no sabía que iba hacer después, pero por lo menos tenía claro lo que no quería. Renegué (y lo sigo haciendo) porque aquel fue el ciclo en el que más tiempo y disposición tenía para ver los partidos, pero para mí mala suerte todos los encuentros eran soporíferos. Al ver a España coronarse, al pensar que para 2014 rozaría ya el cuarto de siglo, al saber que de alguna manera imperceptible todo cambiaba, me asusté e ilusioné por igual. 

Termina Brasil. La constante sigue siendo contar siempre con agradable compañía para platicar sobre mis malogrados argumentos pamboleros. Sigue habiendo temores e ilusiones. Continúan las dudas. El camino me ha dejado alguna que otra lesión -nada que un poco de lonol no pueda arreglar-, ha habido frustraciones pero también muchas alegrías, descubrimientos y risas sinceras. A manera simbólica, en este mundial el futbol defensivo perdió para que el triunfador fuera un juego más elaborado, de pases rápidos y verticalidad plena, menos medroso y calculador. Más disfrutable. 

Tal vez, a final de cuentas, el futbol y la vida no sean tan distintos: no suceden, o suceden mal o suceden a medias pero insinúan que en todo momento pueden mejorar. 

Faltan  1460 días para el mundial.

Sergio Ortega.

miércoles, 16 de julio de 2014

¡Adiós!

Hoy te digo adiós a ti, la más ingrata de todas. La que es capaz de potencializar todas y cada una de mis más bajas pasiones. Le digo adiós una vez más a la que me ha enseñado a enfrentar a los rivales más duros y peligrosos de cara a cara, sin achicarme.

Hoy te digo adiós a ti, por la que he sufrido como no imaginaba, por la que he llorado a más no poder, con la que he compartido las cosas menos pensadas: patadas, cabezazos, codazos, puñetazos, clavados y hasta mordidas. Te digo adiós no porque yo lo quiera sino porque tú nuevamente me dejas. Y lo haces sin darme una explicación, sin decirme en qué fallé. Sólo tomaste tus cosas y te largaste, no sin antes prometerme volver, y como sabes que te esperaré, te fuiste con la cara en alto como si no hubiera pasado nada durante este mes que estuviste a mi lado.

Y además de decirme adiós de la nada y cuando todo era miel sobre hojuelas, tienes el descaro de dejarme con tu prima, la más fea de todas: incompetente, mediocre y amañada, por la que nadie daría ni dos pesos. Pero ni modo, por algo tengo que empezar para aceptar tu partida y esperaré con ansias que llegue tu otra prima, “La Europea”.

A pesar de cómo termina nuestro idilio, te doy las gracias por ser una gran compañera, con la que he reído, con la que he disfrutado momentos maravillosos. Me dejas después de darme los mejores días de mi vida, después de volverme un manojo de nervios, después de mostrarme sensaciones que nunca había experimentado. 

Tengo que ser sincero: te extraño, y extraño demasiado llegar a casa y verte sonreír enseñándome curiosidades de todas partes del mundo, mostrarme lo duro que es la vida, lo podrido que pueden estar ciertas cosas en nuestro entorno, extraño los debates acalorados que solíamos tener por las noches al grado de mentarnos la madre, pero al final me volvías a mostrar las cosas más hermosas de este deporte y terminábamos riendo o asombrados.

Hoy te digo adiós a ti, mi pasión mundialista… nos veremos en 4 años.

“Deivid” Montiel.

martes, 15 de julio de 2014

I'll Be Back.

Con esa frase nos despedimos hace 2 años en una lluviosa tarde de verano. Hoy regresamos para quitar los miedos, barrer la indiferencia y abrir las ventanas para recibir los vientos del bordo de Xochiaca. No queremos comenzar sin ofrecer una disculpa a nuestros lectores; sabemos del tremendo sufrimiento que hemos causado con nuestra ausencia.

“I´ll be back” es una de las frases más repetidas de la historia; asociada generalmente a Arnold Schwarzenegger en la brillante película The Terminator. El American Film Institute la colocó en el puesto #37 de la “Lista de las mejores 100 frases de películas de todos los tiempos”, esta información fue recuperada de la enciclopedia más seria de la historia, después del Encarta 2000, Wikipedia.

Después de este brevísimo dato cultural, creemos correcto dar una explicación de nuestra ausencia. Decidimos dejar el blog para ocuparnos de otros proyectos. Les recordamos que los miembros de este bonito espacio tenemos actividades diversas, por ejemplo: Conde tiene la enorme responsabilidad de gobernar Ecatepec, Deivid es un feliz padre de familia, Pipo es un exitoso empresario, Loba es un escritor prolífico de chistes, Oso es un acaudalado reportero de notas culinarias, Chris defiende los derechos de las personas y Gibby está demasiado ocupado organizando sus pendientes.

Hoy 15 de Julio de 2014, dos años y cuatro meses después, regresamos para deleitar a todos nuestros seguidores con la promesa de tener mayor actividad. Tenemos planeadas algunas convivencias para tener una cercanía con nuestros lectores y fans. Cada semana tendremos invitados especiales, muchos de ellos se quieren valer de nuestra popularidad para catapultar su carrera en el mundo de las letras y la cultura.

Esta es la reinauguración de este espacio, un lugar abierto a la discusión y la chorcha. Bienvenidos.

¡Mamá prende la computadora que estoy en un Blog!

Gibby.